¿ LA UNICA VOZ EN LAS ISLAS?. ESTAN COMO UNA MOTO EN CHICHARROLANDIA.
Canarias, y más en concreto Tenerife, parece estar despertando del sopor al que la metrópoli y sus gobernantes tienen sometido al Archipiélago. En los últimos días, por ejemplo, la Federación de Entidades de la Construcción de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife (Fepeco) hacía hincapié en el maltrato al que somete el Estado a la Islas en materia presupuestaria y desvelaba que, una vez más Tenerife es la gran perjudicada, al recibir menos inversión real que Canaria. La única forma de remediar esta situación, insistimos, es cambiar la actual fórmula de relación con el Estado. En definitiva, ser libres y no continuar de rodillas obedeciendo ciegamente los dictados de los dirigentes instalados en Madrid.
El primer paso para conseguir esa ansiada libertad es elaborar un nuevo Estatuto de Autonomía en el que se defina, siguiendo la lógica y de una forma razonable y universal, cómo está compuesto el Archipiélago. Es decir, empezando por enumerar a las islas por su tamaño –Tenerife, Fuerteventura, Canaria, Lanzarote, La Palma, La Gomera y El Hierro– y no como en el último proyecto aprobado en el Parlamento de Canarias, gracias, entre otras cosas, al voto vergonzoso y vergonzante de diputados elegidos por Tenerife, y que finalmente fue desechado por las Cortes.
Del mismo modo, se deberá eliminar el "gran" a la tercera isla, pues no existe ningún motivo, ni histórico ni cartográfico ni geopolítico, para mantener esta especie de trampolín que los canariones utilizan con el objetivo de proyectarse por encima de las demás islas, y habrá que cambiar el diseño del escudo oficial, ya que la última modificación no se sostiene ni siquiera desde el punto de vista estético.
Es de pura lógica, razonable y universal, repetimos, que a estas alturas del siglo XXI se deseche un Estatuto de Autonomía que contenga esas tres felonías: enumeración de las islas por orden alfabético, escudo que uniforma lo que no es igual y un "gran" que no corresponde y perjudica la unidad y armonía del Archipiélago. No será fácil abordar estos cambios, pues Canaria ha conseguido un virreinato del poder estatal y no quiere oír hablar de ello ni que le toquen o alteren su situación.
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Urge que las Islas obtengan un nuevo estatus dentro del orden internacional y que sus dirigentes aprovechen el mandato de la ONU para que los pueblos sometidos obtengan su libertad, que expira en 2010. No se concibe que Cuba, Filipinas o Puerto Rico, que fueron en su día colonias españolas, gocen hoy de esa condición y Canarias no. ¿Qué derechos tiene Madrid para decir que somos territorio español? ¿El del atropello al pueblo guanche que habitaba las Islas y a sus descendientes que las habitan hoy? Porque de esa raza venimos, aunque mantengamos relaciones con otros pueblos europeos y americanos.
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Hasta Marruecos fue en su momento un protectorado español y hoy, al igual que Cuba, Malta, Cabo Verde o el Congo, están liberados y son países soberanos. ¿Por qué no Canarias?
Reiteramos que, para empezar, hace falta un nuevo Estatuto, con un articulado, brevísimo, donde simplemente se recoja lo esencial y que concluya con un acuerdo que permita convertir a Canarias, que es un archipiélago, en lo que se merece: un país libre que no dependa de los caprichos políticos de una Administración central situada en un continente, a 2.000 kilómetros.
La fórmula podría ser, lo hemos dicho en otras ocasiones, similar a la que mantiene Inglaterra con la Commonwealth –los constitucionalistas dirán cuál es la mejor–, siempre y cuando se mantengan lazos históricos, culturales, económicos, de lengua... con España, pero no políticos y administrativos, que son los que nos convierten en una colonia. ¿Quién se atreve a desmentirlo, si no es por conveniencia política y hasta económica?
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Nuestro objetivo es que Canarias cuente con asiento y bandera propios en la ONU, la UE y la OTAN y no continuar siendo tratados como una región ultraperiférica. Mucho menos como colonias francesas en ultramar, que más o menos viene siendo lo mismo. Que no nos veamos menospreciados y se reconozca nuestra identidad. Queremos ser canarios, del mismo modo que los de Malta son malteses.
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Una. o salimos a Zona Económica Exclusiva de Marruecos, o esta nación nos puede absorber en virtud de sus derechos marítimos internacionales –excepto a las islas de La Palma y El Hierro–, ya que somos un territorio extranacional, un territorio de España en África, y no nos ampara el Derecho Internacional sobre las Aguas. Insistimos en que 2010 es un año crucial para la libre determinación de los pueblos. La solución para nuestra defensa e inmunidad está en que seamos un país totalmente soberano. Y, por supuesto, por muchos motivos, que mantenga lazos de amistad y demás conveniencias con España.
OTRA. No queremos ser siervos de Madrid. Ni de Pepiño, ni de Acebes, ni de ningún político de la metrópoli. Ni, claro está, Dios nos libre, de Las Palmas. La razón nos duele a los canarios –menos a los de Las Palmas, Canaria, por causas obvias– y, en especial en esta Casa, que es, no nos importa decirlo porque es evidente, la única voz que tienen los habitantes de las Islas, la única.
El descaro político de dirigentes, autoridades, partidos políticos, instituciones y entidades de toda índole nos aturde. Nos alegra y, a su vez, nos entristece que sea así.
*** *** ***
Si el Gobierno delEstado, que tiene el control y la autoridad sobre los puertos, aeropuertos y costas de todo el territorio español, intenta, permitiendo la invasión del Archipiélago por foráneos africanos, chinos, sudamericanos, etc., que desaparezca la identidad y hasta el pueblo canario legítimo de hecho y de derecho, ¿por qué hemos de continuar siendo españoles, de clase inferior y, lo que es peor, apaleados por los canariones y por los traidores tinerfeños?
Canarias, y más en concreto Tenerife, parece estar despertando del sopor al que la metrópoli y sus gobernantes tienen sometido al Archipiélago. En los últimos días, por ejemplo, la Federación de Entidades de la Construcción de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife (Fepeco) hacía hincapié en el maltrato al que somete el Estado a la Islas en materia presupuestaria y desvelaba que, una vez más Tenerife es la gran perjudicada, al recibir menos inversión real que Canaria. La única forma de remediar esta situación, insistimos, es cambiar la actual fórmula de relación con el Estado. En definitiva, ser libres y no continuar de rodillas obedeciendo ciegamente los dictados de los dirigentes instalados en Madrid.
El primer paso para conseguir esa ansiada libertad es elaborar un nuevo Estatuto de Autonomía en el que se defina, siguiendo la lógica y de una forma razonable y universal, cómo está compuesto el Archipiélago. Es decir, empezando por enumerar a las islas por su tamaño –Tenerife, Fuerteventura, Canaria, Lanzarote, La Palma, La Gomera y El Hierro– y no como en el último proyecto aprobado en el Parlamento de Canarias, gracias, entre otras cosas, al voto vergonzoso y vergonzante de diputados elegidos por Tenerife, y que finalmente fue desechado por las Cortes.
Del mismo modo, se deberá eliminar el "gran" a la tercera isla, pues no existe ningún motivo, ni histórico ni cartográfico ni geopolítico, para mantener esta especie de trampolín que los canariones utilizan con el objetivo de proyectarse por encima de las demás islas, y habrá que cambiar el diseño del escudo oficial, ya que la última modificación no se sostiene ni siquiera desde el punto de vista estético.
Es de pura lógica, razonable y universal, repetimos, que a estas alturas del siglo XXI se deseche un Estatuto de Autonomía que contenga esas tres felonías: enumeración de las islas por orden alfabético, escudo que uniforma lo que no es igual y un "gran" que no corresponde y perjudica la unidad y armonía del Archipiélago. No será fácil abordar estos cambios, pues Canaria ha conseguido un virreinato del poder estatal y no quiere oír hablar de ello ni que le toquen o alteren su situación.
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Urge que las Islas obtengan un nuevo estatus dentro del orden internacional y que sus dirigentes aprovechen el mandato de la ONU para que los pueblos sometidos obtengan su libertad, que expira en 2010. No se concibe que Cuba, Filipinas o Puerto Rico, que fueron en su día colonias españolas, gocen hoy de esa condición y Canarias no. ¿Qué derechos tiene Madrid para decir que somos territorio español? ¿El del atropello al pueblo guanche que habitaba las Islas y a sus descendientes que las habitan hoy? Porque de esa raza venimos, aunque mantengamos relaciones con otros pueblos europeos y americanos.
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Hasta Marruecos fue en su momento un protectorado español y hoy, al igual que Cuba, Malta, Cabo Verde o el Congo, están liberados y son países soberanos. ¿Por qué no Canarias?
Reiteramos que, para empezar, hace falta un nuevo Estatuto, con un articulado, brevísimo, donde simplemente se recoja lo esencial y que concluya con un acuerdo que permita convertir a Canarias, que es un archipiélago, en lo que se merece: un país libre que no dependa de los caprichos políticos de una Administración central situada en un continente, a 2.000 kilómetros.
La fórmula podría ser, lo hemos dicho en otras ocasiones, similar a la que mantiene Inglaterra con la Commonwealth –los constitucionalistas dirán cuál es la mejor–, siempre y cuando se mantengan lazos históricos, culturales, económicos, de lengua... con España, pero no políticos y administrativos, que son los que nos convierten en una colonia. ¿Quién se atreve a desmentirlo, si no es por conveniencia política y hasta económica?
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Nuestro objetivo es que Canarias cuente con asiento y bandera propios en la ONU, la UE y la OTAN y no continuar siendo tratados como una región ultraperiférica. Mucho menos como colonias francesas en ultramar, que más o menos viene siendo lo mismo. Que no nos veamos menospreciados y se reconozca nuestra identidad. Queremos ser canarios, del mismo modo que los de Malta son malteses.
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Una. o salimos a Zona Económica Exclusiva de Marruecos, o esta nación nos puede absorber en virtud de sus derechos marítimos internacionales –excepto a las islas de La Palma y El Hierro–, ya que somos un territorio extranacional, un territorio de España en África, y no nos ampara el Derecho Internacional sobre las Aguas. Insistimos en que 2010 es un año crucial para la libre determinación de los pueblos. La solución para nuestra defensa e inmunidad está en que seamos un país totalmente soberano. Y, por supuesto, por muchos motivos, que mantenga lazos de amistad y demás conveniencias con España.
OTRA. No queremos ser siervos de Madrid. Ni de Pepiño, ni de Acebes, ni de ningún político de la metrópoli. Ni, claro está, Dios nos libre, de Las Palmas. La razón nos duele a los canarios –menos a los de Las Palmas, Canaria, por causas obvias– y, en especial en esta Casa, que es, no nos importa decirlo porque es evidente, la única voz que tienen los habitantes de las Islas, la única.
El descaro político de dirigentes, autoridades, partidos políticos, instituciones y entidades de toda índole nos aturde. Nos alegra y, a su vez, nos entristece que sea así.
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Si el Gobierno delEstado, que tiene el control y la autoridad sobre los puertos, aeropuertos y costas de todo el territorio español, intenta, permitiendo la invasión del Archipiélago por foráneos africanos, chinos, sudamericanos, etc., que desaparezca la identidad y hasta el pueblo canario legítimo de hecho y de derecho, ¿por qué hemos de continuar siendo españoles, de clase inferior y, lo que es peor, apaleados por los canariones y por los traidores tinerfeños?
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