NUESTRA TIERRA SIEMPRE FUE AGRADECIDA. AYUDEMOS UN POCO Y TODO VOLVERA A SER REALIDAD.
La ruta, tantas veces pateada, sigue mostrando unas imágenes dantescas, desoladoras, pero por zonas empieza a aparecer el verde de la esperanza. Las zonas afectadas por el incendio del verano, a falta de la llegada del agua del invierno que limpie y vivifique, han empezado a regenerarse y se vislumbran los brotes que anuncian la lucha por la vida tras el soplo de la muerte.
En la carretera forestal que lleva a la Cruz de las Huecitas, donde J.A. Navarro sólo necesitó un fósforo para desatar el infierno, los pinos combaten el ocre del humo y las llamas. Admira ver como árboles que resultaron completamente quemados dejan ver sus ramitas tiernas, desde la base hasta la copa. El sotobosque, por donde las llamas corrieron como la yesca, ayudadas por un viento de 70 kilómetros por hora y unas temperatura superiores a los cuarenta grados, es el que más precisa del agua del cielo que aún se niega a caer. En la carretera y en las yermas laderas se amontonan las piñas, que actuaron como granadas de mano los días del incendio, ayudando a que la devastación se llevaran por delante centenares de hectáreas de bosque y matorral, fincas, viviendas y casi trece mil animales domésticos.
En zonas donde los incendios no son frecuentes, como Veneguera, Fataga, Mogán Tasarte y Ayagaures, los estragos del fuego fueron importantes, aunque los técnicos apuestan por la casi completa regeneración de los palmerales de estas zonas. En algunas de ellas, como en La Solana de Fataga, los nacientes bajan negros al arrastrar las cenizas de las barranqueras, un luto que podría llegar a los embalses apenas el invierno sea pródigo.
La gente.
Los habitantes de estas zonas siguen indignados por el tratamiento que recibieron durante los días del incendio. Siguen considerando, y en ello coinciden los expertos que acudieron a las 15ª Jornadas Forestales de Gran Canaria, celebradas el pasado mes, que no se tuvo en cuenta la necesidad de saber coordinar la solidaridad y el conocimiento de los naturales, así como la de crear la figura de un responsable de información en casos como éste.
El 90% de las palmeras se regenerará.
La proverbial resistencia del pino canario al fuego genera optimismo entre los técnicos que están evaluando la capacidad de regeneración de nuestra masa forestal tras el incendio. La mayoría, con tiempo y buenos inviernos, recuperarán su prestancia, como también lo hará, siempre según estos técnicos, el 90% de las palmeras afectadas cuyos cogollos se salvaron de las llamas. Otra cosa muy distinta es la referida a los árboles frutales, sobre todo almendreros, que necesitarán de grandes podas para sobrevivir.
La ruta, tantas veces pateada, sigue mostrando unas imágenes dantescas, desoladoras, pero por zonas empieza a aparecer el verde de la esperanza. Las zonas afectadas por el incendio del verano, a falta de la llegada del agua del invierno que limpie y vivifique, han empezado a regenerarse y se vislumbran los brotes que anuncian la lucha por la vida tras el soplo de la muerte.
En la carretera forestal que lleva a la Cruz de las Huecitas, donde J.A. Navarro sólo necesitó un fósforo para desatar el infierno, los pinos combaten el ocre del humo y las llamas. Admira ver como árboles que resultaron completamente quemados dejan ver sus ramitas tiernas, desde la base hasta la copa. El sotobosque, por donde las llamas corrieron como la yesca, ayudadas por un viento de 70 kilómetros por hora y unas temperatura superiores a los cuarenta grados, es el que más precisa del agua del cielo que aún se niega a caer. En la carretera y en las yermas laderas se amontonan las piñas, que actuaron como granadas de mano los días del incendio, ayudando a que la devastación se llevaran por delante centenares de hectáreas de bosque y matorral, fincas, viviendas y casi trece mil animales domésticos.
En zonas donde los incendios no son frecuentes, como Veneguera, Fataga, Mogán Tasarte y Ayagaures, los estragos del fuego fueron importantes, aunque los técnicos apuestan por la casi completa regeneración de los palmerales de estas zonas. En algunas de ellas, como en La Solana de Fataga, los nacientes bajan negros al arrastrar las cenizas de las barranqueras, un luto que podría llegar a los embalses apenas el invierno sea pródigo.
La gente.
Los habitantes de estas zonas siguen indignados por el tratamiento que recibieron durante los días del incendio. Siguen considerando, y en ello coinciden los expertos que acudieron a las 15ª Jornadas Forestales de Gran Canaria, celebradas el pasado mes, que no se tuvo en cuenta la necesidad de saber coordinar la solidaridad y el conocimiento de los naturales, así como la de crear la figura de un responsable de información en casos como éste.
El 90% de las palmeras se regenerará.
La proverbial resistencia del pino canario al fuego genera optimismo entre los técnicos que están evaluando la capacidad de regeneración de nuestra masa forestal tras el incendio. La mayoría, con tiempo y buenos inviernos, recuperarán su prestancia, como también lo hará, siempre según estos técnicos, el 90% de las palmeras afectadas cuyos cogollos se salvaron de las llamas. Otra cosa muy distinta es la referida a los árboles frutales, sobre todo almendreros, que necesitarán de grandes podas para sobrevivir.
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