Cuando comprendamos que debemos oponernos con firmeza a que España acoja a millones de personas que han sido incapaces de sacar a flote a sus propias naciones. Entonces y sólo entonces, empezaremos a luchar por nuestra propia supervivencia.
Desconozco y presupongo que ninguno de ustedes, somos capaces de conocer un solo país étnicamente mesticista, que haya sido capaz de crear una sociedad moderna con una alta calidad de vida, por mucha riqueza interna que posea. Resulta chocante, que el pensamiento progresista, supuestamente a favor de no ponerle puertas al campo ni al desarrollo científico, se oponga al estudio de la diversidad biológica humana; es decir, la creencia de que los rasgos mentales y del comportamiento hereditario difieren entre las poblaciones humanas, como lo hacen entre los individuos de otras especies.
El odio anti-blanco lo padecen cada día más españoles, por extensión más europeos y de manera cada vez más agresiva y violenta. «Los hombres blancos deben morir». Este es el nombre de una «comedia teatral», un esperpento «artístico». Sin duda muy moderno, multicultural e irreverente, que todo debe ser multicultural e irreverente hoy y que va a perpetrarse próximamente en las mejores salas.
Imagine el lector de lo que estaríamos hablando ahora si la obra se llamase «Los hombres negros deben morir». Muy probablemente, los responsables estarían ya encausados por un más que presunto delito de odio y los escraches de las organizaciones progresistas y anti-racistas frente a las salas de representación se habrían sucedido con extremada violencia. Uno de los síntomas de nuestro derrumbe civilizacional, está siendo la falta de orgullo racial imperante en nuestras acciones occidentales.
La idea que prevalece en los progresistas es, que la evolución cultural reemplaza a la evolución genética. Los hechos nos demuestran todo lo contrario, que la evolución cultural no se acelera con el ritmo de la evolución genética. En el 99% de las naciones africanas, ha ocurrido lo que por desgracia terminará pasando en la mayoría de las naciones europeas antes de 60 años. Europa ya no es capaz de dotar a sus habitantes del nivel de vida que disfrutaron hace décadas.
En el primer tercio del siglo XX, el 95 por ciento de la población europea era de origen europeo. Hoy, ese porcentaje se ha reducido a menos de la mitad de la población. En Europa, menos de una quinta parte de la población tiene un Coeficiente Intelectual en el rango de 90 a 104, mientras que más de la mitad posee un CI en el rango de 70 a 85. A poco que se estudie, comprobaremos que las naciones que han recibido a millones de personas procedentes del África subsahariana, Oriente Medio, Norte de África, América Latina y el Caribe, cuentan cada generación con más bajo CI.
Esta demencial situación, que lleva a las víctimas a silenciar el carácter verdadero de las agresiones cometidas es el resultado de largos años de manipulación, de propaganda y de lavado de cerebro. Llevados conjuntamente por los medios del sistema, la clase política en su gran mayoría y por todo un ejército de organizaciones denominadas anti-racistas que han hecho del odio anti-blanco la razón de su propia existencia. Pues el odio a la raza blanca y a los pueblos europeos es el verdadero motivo de la acción de esas organizaciones, disfrazadas bajo el falso ropaje del «anti-racismo», palabra clave para evitar decir odio anti-blanco.
Éstos enlaces, si lo visitan, deja muy clara la realidad que nos están escondiendo
La ideología «anti-racista» esconde en realidad un racismo feroz hacia la raza blanca y su hipócrita discurso sólo es una pantalla para engañar a los mismos que son víctimas de ese odio. Hacer sentirse culpables a las víctimas, es tal vez la más vil de las manipulaciones, el más pérfido de los engaños, la más artera de las artimañas, ya que vuelve vulnerables y desamparados a aquellos que pudieran todavía intentar algún movimiento de protección ante sus verdugos, porque los priva de todo justificativo moral para su defensa. Los ideólogos del anti-racismo se presentan como la conciencia de nuestra época, poco menos que los redentores de la humanidad, cuando en realidad sus fines son tan criminales como falsa su doctrina.
El anti-racismo busca aniquilar a una raza concreta: la raza blanca. Y ese racismo, sin duda más real que cualquier otro, es negado por el mismo sistema que lo alimenta. Un racismo anti-blanco, ocultado a conciencia por un sistema sin aliento, cuya utopía multi-cultural llevada a los altares con la ayuda del aparato mediático, artístico y financiero, sin duda no es ajena a su declive. En esa perspectiva, el mayor interés de la comedia «Los hombres blancos deben morir» pone al desnudo la impostura de las élites políticas y financieras. Estas agitan hoy sin el menor pudor el fantasma del racismo anti-blanco, después de haberlo fomentado de mil maneras.
El racismo anti-blanco es real y busca el fin de la raza blanca. En Sudáfrica se calcula que desde 1994 han sido asesinados unos 100.000 blancos. En Haití, en 1804 fueron asesinados todos los blancos que vivían entonces en el país (unos 40.000). Estos dos ejemplos ilustran la peligrosidad del racismo anti-blanco.
En Venezuela y otras naciones de la región, ha ocurrido lo que por desgracia terminará pasando en la mayoría de las naciones europeas antes de 60 años. Cuando el nutriente fundamental de su población era de origen europeo, Venezuela gozó de un elevado nivel de desarrollo social y económico. En el primer tercio del siglo XX, Argentina era uno de los diez países más ricos del mundo. Hoy es el 59.
Y por otra parte, no debemos ignorar que la tiranía chavista fue refrendada en las urnas, no una, sino varias veces, de forma abrumadoramente mayoritaria. ¿De que se quejan, si es lo que han votado?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario