
Y en toda explosión siempre hace falta quien coloque la carga. Para ello, esta alianza entre El Día y Cubillo ha contratado los servicios de un artificiero un tanto chusco: Andrés Chaves. A Chaves lo conocen en todas las Islas los particulares, las instituciones y las empresas que sufrieron y sufren sus presiones para contratar a precio de oro un confidencial que es cualquier cosa menos periodismo; lo conocimos quienes leíamos los despachos de aquella Agencia Interinsular de Noticias que ni era agencia, ni era interinsular ni servía noticias; lo conocieron en Diario de Avisos, donde le dieron puerta por su falta de rigor; lo conocieron quienes vieron cómo llevó a La Gaceta a sus cotas más bajas de crediblidad; lo conoció la Asociación de la Prensa de Santa Cruz, a la que hundió y donde todavía hay socios que se preguntan qué fue de aquel proyecto inmobiliario que apadrinaba; lo conoció Adán Martín cuando intentó reventar su crédito a cuenta del caso Amarilla Golf y otras cuestiones de índole estrictamente personal; lo conoció Pilar Parejo, a la que asaeteó durante meses con una burda copla radiofónica; lo conoció incluso Miguel Zerolo cuando el Ayuntamiento no le ponía publicidad en su radio con nombre de molusco; lo conoció Jorge Bethencourt cuando lo insultaba en todas las esquinas, y ahora lo conoce toda Canarias como el orondo mórbido e inefable ariete de este integrismo fundamentalista, el mismo que se define ante sus oyentes haciendo su programa desde el baño -no es broma- y tirando de la cadena del inodoro a modo de cortinilla publicitaria. En manos de este trío de la bencina -el editor que es feliz viendo su nombre en las calles, el independentista que aspira a ser presidente de la república y el hombre que hace de la escatología una suerte de periodismo- está el soberanismo rampante. Qué Dios nos coja confesados, pues si ya era preocupante que unos radicales quemasen fotos del Rey en Cataluña y otros en el País Vasco planteasen referendos inconstitucionales, ahora también aquí se instala la sinrazón.
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