DE ESTA CRISIS NOS SALVARA
Aquí presentamos una opinión que apareció hace muchos años, en la prensa de esta isla
Una de las muchas fábulas de apariciones de imágenes religiosas que nos han transmitido las viejas crónicas canarias es la de la Virgen del Pino de la villa de Teror. Pasados más de cuatro siglos, todavía la sencillez, la ignorancia y el fanatismo siguen atribuyendo milagros a aquella imagen. Famosas son, por la afluencia extraordinaria de gente de toda la isla, las romerías que el 8 de septiembre de cada año se celebran en Teror. Verdad es que allí concurren, juntamente con los que van a cumplir promesas, llevar exvotos e impetrar el auxilio de la Virgen, los que van simplemente a divertirse. La leyenda de la aparición de la Virgen del Pino refiérela D. Josef de Viera y Clavijo en sus Noticias de la Historia general de las islas Canarias, en la forma siguiente: “Fíjase este memorable hallazgo al fin de la conquista de Canaria y en tiempo de su obispo y conquistador D. Juan de Frías. Hasta entonces no tenía esta grande isla imagen aparecida como las de Tenerife y Fuerteventura; pero es tradición que los gentiles habían observado cierta luz que solía rodear aquel árbol, sin que se hubiesen atrevido a reconocerla. Atreviose el prelado. Subió al pino y encontró una hermosa y devota estatua de nuestra Señora, de cinco palmos de alto, con su santísimo hijo sobre el brazo izquierdo. El pino sí que era un prodigio. Sobre ser eminente, de ramos muy frondosos y su tronco de una circunferencia de cinco brazas y media, tenía en la primera distribución de sus gajos un círculo de culantrillo de pozos tan fresco y tan lozano como si estuviese en un peñasco regado de algún manantial. De este frondoso círculo nacían dos árboles dragos, cada uno de tres varas desde la raíz a la copa; y en medio de ellos, se dice, estaba la santa imagen sobre la peana de una piedra cuya calidad no pudo averiguarse nunca.” Otro historiador canario, el padre Sosa, asegura haber conocido y examinado “esta maravilla de la Naturaleza, este árbol que, siendo más santo que el de la isla del Hierro por el fruto que contenía, no lo era menos por el agua medicinal que daba de sí.” Él mismo refiere que del pie de aquel pino corría una fuente, “hasta que, habiéndola cercado de piedras un cura ávido y puéstole llaves para que contribuyesen con limosnas los que acudían en sus necesidades a buscar el remedio, no tardó la codicia en secar aquella piscina saludable.”
La imagen de la Virgen del Pino fue objeto de la devoción preferente de los canarios. Atribuíasele innumerables milagros, y a ella se acudía frecuentemente en demanda de protección en las épocas calamitosas. Cuando la prolongada sequía o la langosta asolaban los campos, cuando escaseaban las subsistencias y cuando una epidemia diezmaba la población, trasladábase la Virgen en rogativa a Las Palmas con gran pompa y solemnidad. “Acude la ciudad en sus tribulaciones a su patrocinio –dice el obispo Dávila en sus Sinodales– y, cuando la traen a ella, es recibida por el Cabildo eclesiástico y secular, con singulares demostraciones, los que envían sus diputados para acompañar dicha santa imagen, que viene en silla de manos, por haber tres leguas, y de mal camino, hasta que es recibida de dichos Cabildos, Comunidades y cruces de los lugares circunvecinos, y es conducida a la Santa Iglesia”. Don Isidoro Romero, en su interesante Diario, describe hasta ocho bajadas de la Virgen a Las Palmas en el periodo de 1780 a 1814, cuidando siempre de hacer constar los portentos con que en cada ocasión se señalaba la permanencia de la imagen en la ciudad. En febrero de 1801, cuenta candorosamente Romero que la llegada de la Virgen produjo los siguientes prodigios: primero, entró barco de la Península con correspondencia, que hacía muchos meses que no se recibía; segundo, con tal motivo se tuvo noticia de la elección del nuevo pontífice Pío VII; tercero, recibiose también una bula condenando el concilio de Pistoya en que se reprobaba el culto de las imágenes, doctrina que se había difundido entre los capitulares de Canarias, dificultando la bajada de la Virgen en años anteriores; y cuarto, llovió en toda la isla. El día 3 de abril de 1684 se vino a tierra el magnífico árbol en que había aparecido la imagen milagrosa. Viera y Clavijo refiere así este suceso: “A las siete de la mañana se observó que el árbol amenazaba ruina. Sacaron la imagen y el Santísimo de la iglesia, porque sólo distaba dos varas de la puerta principal; pero al fin cayó hacia donde no hizo el menor daño. Se atribuyó esta fatalidad a la imprudencia de haber hecho torre del pino, colgando de sus gajos las campanas.” Por lo visto, aquel árbol, que pudo sustraerse a las leyes naturales para producir estatuas, no alcanzó igual virtud para resistir a la acción del tiempo y al peso de unas campanas. José Franchy y Roca
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