SOBRE EL TEMA DE LA CAPITALIDAD CULTURAL DE ÉSTA CIUDAD, YA DI, EN SU MOMENTO, MI OPINIÓN Y POR SUPUESTO QUE ESTABA Y ESTOY EN CONTRA DE ESE ASUNTO, YA QUE OLÍA MAL. PUEDEN LEERLOS EN ESTOS ENLACES, LINK, LINK. TAMBIÉN SE HIZO ECO DE ESTE ASUNTO, EL PADRE BÁEZ EN SU ARTÍCULO QUE SE PUBLICÓ EN ESTE BLOG, LINK.
Momito, nos quiere mucho, a cambio de dinero |
Hoy he podido leer en el Canarias7, éste artículo de opinión, que firman notables personas de la cultura de esta isla, a las cuales desde éste blog apoyamos rotundamente y que paso a exponerles a todos ustedes:
Autores: Juan José Afonso, Wendy Artiles, Gelu Barbu, Antonio Becerra, Fernando Bruquetas, Olga Cerpa, Manuel González, Chema Hernández, Michel Jorge, Totoyo Millares, Miguel Montañez, Antonio Montesdeoca, Miguel Pérez, Alejandro Reino, José Ramón Risueño, Jovanka Vaccari y Jesús Villar.
No es agradable manifestarse y escribir contra la corriente. Una corriente -la de querer convertir al lugar donde nacimos en Capital Europea de La Cultura- que ha estado conformada tanto por la buena fe de voluntarios y gentes de bien que han soñado con lo que ellos entendían que era lo mejor para nuestra ciudad, como de opacidad en sus cuentas públicas, oportunismo electoral, favoritismo, frivolidad y no pocas gotas de triunfalismo interesado en torno a todo el proceso de que han hecho gala aquellos que han dirigido la candidatura de Las Palmas de Gran Canaria.
Una corriente popular desilusionada con la decisión que emitió el jurado internacional el pasado martes en Madrid. Y dispuesta, en un análisis superficial y apasionado -como no podía ser de otra forma en este tipo de alambicados procesos donde lo mediático se superpone al análisis ecuánime del asunto- a aceptar, por desconocimiento de la verdad, la explicación de esa frustración en elementos ajenos a la gestación y organización de nuestra candidatura, tal como pretenden ahora hacernos creer los responsables de la misma (al respecto, no podemos dejar de destacar la muy desafortunada salida de tono del Sr. Cambreleng en días pasados).
Hasta aquí podíamos llegar con tanta tontería. Por supuesto, nos acusarán de hacer leña del árbol caído, especialmente en lo referido a la figura del principal responsable de esa candidatura, el ex alcalde Saavedra, al que históricamente rodea una especie de intocabilidad en cuanto a sus actividades y responsabilidades públicas, característica más propia de un santo que las vendettas y artimañas entre bambalinas que identifican al veterano político en cuanto alguien osa recordarle que, en lo referente a sus responsabilidades públicas, está sujeto a las leyes de los mortales y a la transparencia.
Pero entendemos que este no es el caso, y por una razón muy simple: hasta hoy mismo Saavedra sigue postulándose –con absoluta desvergüenza por su parte si atendemos al contundente rechazo que los vecinos de nuestra ciudad mostraron a su gestión como alcalde en la recientemente celebradas elecciones municipales- a varios cargos de libre designación pública. Es entonces cuando no encontramos en el interfecto el marchamo de hombre de Estado con que continuamente lo revisten su numerosos apologetas en lo mediático; es entonces cuando echamos de menos la necesaria estatura política en alguien que debería tomar como ejemplo el de algunos de sus homónimos, gentes que supieron acabar su digna carrera de servicios a lo público con un inmaculado y silencioso paso atrás. Y es que debe ser muy difícil hacerlo si se está rodeado de tanto botafumeiro.
Pero vamos por partes; pretendemos ofrecer al lector un análisis distinto al que han ofrecido la mayor parte de las informaciones y opiniones aparecidas en los medios de difusión de Canarias con respecto a la no designación de Las Palmas de Gran Canaria como Capital Europea de la Cultura porque no nos parece sano para nuestra sociedad este autobombo que se quiere imponer como versión oficial. Para los firmantes de este artículo el asunto es meridianamente claro: el fracaso de la candidatura - estemos o no de acuerdo entre nosotros con la conveniencia de la misma para la ciudad-, es el colofón de la peor de las gestiones institucionales sobre los recursos y talentos culturales que se haya realizado en nuestra capital desde el advenimiento de la Democracia.
Y queremos recordar que en la legislatura que acaba de terminar no ha habido un concejal de cultura al que echarle la culpa. Todos los deméritos corresponde curiosamente a quien presume de ser “un hombre de la cultura”, el ex alcalde de nuestra ciudad, que dirigió esa área personalmente y de forma absolutamente caprichosa. La trastienda, conocida en los cenáculos culturales y políticos de la ciudad y en las redacciones de los periódicos pero ocultada a la ciudadanía por mor de la abducción que produce Saavedra entre las élites, es penosa.
Se traduce en el desprecio a la creación y el talento locales; en el sectarismo rampante de su mandato; en la caprichosa sobre-programación de opera y músicas de canon clásico importadas y pagadas a precios muy discutibles; en la casi siempre opacada utilización del dinero del “fondo de reptiles” en el que se ha convertido la Sociedad de Promoción; o en la prepotencia de quien se siente llamado a gobernar para el pueblo pero sin el pueblo, en el mejor de los estilos “ilustrados”. Y así podríamos redactar varias páginas de dislates y abusos.
En el epicentro del “universo” saavedriano encontraremos siempre a la productora Dania Dévora, que sólo el año pasado facturó al Ayuntamiento de Las Palmas, o a fundaciones presididas por éste, más de dos millones de euros adjudicados a dedo. Y por supuesto, sin que la “prestigiosa” productora pusiese un duro de su bolsillo, como es habitual en su modus operandi con las instituciones públicas locales. El acoso y derribo que lleva ejerciendo esta íntima amiga del ex alcalde desde hace muchos años sobre las cuentas públicas de la gestión cultural capitalina es un grave problema que requiere una respuesta contundente de los nuevos munícipes, ya que lastra la implantación de un tejido empresarial variado y sólido en el sector cultural. Ningún monopolio genera riqueza, ni creativa ni económica. Y, desde luego, es muy mal ejemplo para aspirar a la capitalidad cultural.
Pero a nuestro juicio, uno de los pecados más graves de Saavedra ha sido –por descarado- el de engañar a la ciudadanía con absoluto desparpajo sin importarle el valor probatorio de las hemerotecas; lo hizo continuamente, y de ello hay numerosos episodios. En el ámbito de la cultura se lleva la palma la producción teatral de la “Electra” galdosiana, realizada con dinero público por Dévora; su presupuesto de gastos se declaró en un abultado medio millón de euros, pero en realidad, según informaciones de prensa recientes, se sostiene que costó 800.000.
El otrora alcalde quiso quitar hierro en público al indefendible gasto; aseguró en la presentación de la obra que se recuperaría buena parte de lo aportado por el consistorio capitalino en la taquilla. Sabía que no iba a ser cierto; la obra tuvo recaudación e impacto mediático nacional de fiasco. El Tritón –no entramos a debatir su valor estético- iba a ser sufragado por empresas privadas, según declaró el propio Saavedra con la frivolidad de la que habitualmente hace gala ante preguntas de los medios, conocedores de las dificultades de tesorería de nuestro Ayuntamiento. Es sabido que lo hemos terminado pagando entre todos. Y así, una tras otra.
Insistimos que este modelo de gestión es el origen del fiasco de la candidatura, pero volvamos a hablar sobre ella ¿Tenía nuestra ciudad posibilidades reales de ganar, dado por descontado el alto nivel de las otras candidatas, la mayor o menor fuerza de los círculos lobbistas de cada una de ellas sobre el jurado y otros etcéteras que concurren en este tipo de concursos? Sin duda, pero habiendo hecho las cosas de otra manera. Las vacilaciones iniciales de Saavedra hicieron que se agrandara la ventaja de varios años que ya nos llevaban algunas de nuestras competidoras. Y cuando el ex alcalde apretó el botón verde (a un proyecto que figuraba en su programa electoral en 2007), la campaña electoral estaba demasiado cerca como para que no se sospechase que actuaba con segundas intenciones.
La escasez de tiempo impidió también que el mensaje calara de forma contundente en la sociedad de la ciudad y la isla, comprobable en la escasa presencia de público en la mayor parte de los actos organizados. La improvisación fue la norma; por ejemplo, merece que detengamos el recuerdo de estos meses pasados en el descafeinado espectáculo que nos ofreció a los pies del Auditorio –con dinero pagado por la Candidatura- un desconocido productor alemán venido de no se sabe dónde y que nos pretendía trasladar hacia no se sabe qué.
Otra cosa es que creyéramos que las campañas mediáticas locales desarrolladas durante las últimas semanas o la puesta en escena a lo Bienvenido Mister Marshall en las orillas del Risco de San Nicolás y brindadas al jurado que decidía la Capitalidad (vaya por delante que no dudamos de la buena fe de los habitantes del barrio), iban a convencer a gente muy viajada – la del jurado- de las bondades de la candidatura o eran el termómetro que tomaba la temperatura del espíritu de la calle sobre ésta.
Salvando el generoso voluntarismo de los que participaron desde la base sin mayor remuneración que su fe en las posibilidades de nuestra ciudad y no dudando del esfuerzo que haya podido desarrollar el bisoño equipo técnico, entendemos que estas operaciones requieren un perfil de gestión muy especializado que no se observaba en la biografía profesional de las personas que gerenciaron el proyecto. Y que se debió traducir en la elaboración de sólidos contenidos programáticos más allá de lo que aguanta el papel; en labores de marketing internacional; en la necesaria experiencia, contrastada en la coaptación de potentes recursos empresariales; o en las relaciones públicas internacionales, indispensables para dar esa batalla. Vamos, lo que hicieron las ciudades realmente favoritas.
A nuestro modesto entender, la figura de Juan Cambreleng –un gestor que cobra más que su jefe, el alcalde de nuestra ciudad (curiosa asincronía de la que nadie habla)- es la antítesis de lo que se requería para la dirección artística de la candidatura a tenor de los mediocres resultados de su gestión al frente del Teatro Pérez Galdós en estos años. Todo olía a un nivel de improvisación muy propio de la gestualidad saavedriana y de su equipo. Por ejemplo, una operación tan importante como la del cuartel Manuel Lois, sin un plan rector, sin una vertebración social que nace del diálogo y la trasparencia debida a lo público y con una improvisada inversión económica municipal de última hora que clama por una auditoría, no tiene defensa posible.
Cuando observamos a las personas elegidas para representar a los sectores de la cultura de Las Palmas en la embajada que se desplazó hasta Madrid, encontramos una foto desdibujada. ¿La comparamos con los primeras espadas de la vida cultural nacional que aparecen en la instantánea de San Sebastián, por cierto con un proyecto impecable? No, mejor dejarlo estar. Porque explica gráficamente que no ha habido ningún tipo de esfuerzo en seducir, en contrastar ideas, en implicar personalmente en el proyecto –más allá del “equipo médico habitual” saavedriano- a escritores y artistas plásticos, a músicos de distintas disciplinas, a filósofos o a poetas, a gentes venidas de la gestión cultural privada o a los prevenientes del mundo del teatro, a arquitectos, a bailarines o a cocineros… No hablemos de la ciudadanía, arrinconada casi siempre a su anonimato cuatrienal.
Esa tibieza y falta de respeto de la organización del 2016 de Las Palmas hacia el magma creativo y empresarial del sector condujo hacia un desapego real a la propuesta por parte de aquellos que podían ayudar a arroparla, complementarla con sus conocimientos y experiencia desde el principio. Sobra decir que casi nadie pudo o quiso expresar su descontento por cómo se estaban llevando las cosas: los muchos por temor a represalias, ya que Saavedra no es cómodo como enemigo y el ambiente apesebrado de nuestra sociedad se impone; los pocos con el suficiente coraje e instinto suicida, por no terminar siendo acusados de antipatriotas en mitad del ruido de tambores y fanfarrias llamando a filas que se acostumbra en estos casos.
Hasta aquí la reflexión que podemos aportar sobre lo ocurrido. Y créannos que la hacemos sin ningún ánimo de revancha, con el deseo de pasar página, pero con una clara intención: que el modelo Saavedra, el “universo” Saavedra como modo de entender la gestión de los recursos públicos de la Cultura, sea desterrado definitivamente de esta ciudad y se abra una nueva etapa donde la meritocracia de nuestros creadores se combine con los deseos y las necesidades de la población; con la demanda real de los ciudadanos acerca de la cultura que realmente quieren consumir; con la cultura que quieren producir y de la que tienen derecho a sentirse protagonistas.
Evidentemente, si algo positivo ha quedado de este “ensayo” del 2016 es que tenemos materia prima suficiente para que nuestras calles se conviertan en un foco de cultura singular, de tal manera que irradie nuestro entorno geográfico; aunque para ello no hacía falta tanto falso espejismo. Falta ordenar con ética, con decencia, con imaginación y profesionalidad, esa pasión. Entonces sí, por amor a nuestra ciudad, es donde nos podrán encontrar a muchos sin ningún tipo de reservas.
PD: Y como no sirve para nada, ahora se está buscando un echadero para seguir cobrando por amor al arte
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