Bush, perdió una vez, ahora se volverá a perder. |
1. Lo primero de todo, creo que deberíamos intentar analizar los sucesos en otros países entendiendo que no todo es explicable desde nuestra exclusiva visión local de la historia. Hay que abrir más los ojos al resto del mundo y mirarse menos el ombligo nacional. Querer entenderlo y explicarlo todo en base a parámetros españoles (u occidentales, si me apuran), no es más que garantía para llegar a planteamientos erróneos que hacen que nuestra intervención por lo general complique más las cosas, por mucho que el objetivo sea “echar una mano” o defender “nuestros valores”.
Escribía José Ignacio Torreblanca en su última columna en El País (“Milicianos y gobiernos”, 11.03.2011), que “es difícil no ver en esos jóvenes libios que van al frente en sus coches particulares, con una botella de agua en la mano, un fusil de asalto en la otra y nada que se parezca a un uniforme, a aquellos milicianos (…) de la Guerra Civil española”. Irradian sus palabras una especie de sentimiento bucólico de admiración por "aquellos" y estos milicianos civiles (sin nada que se parezca a un uniforme) que se me antoja muy parcial y lejano a la realidad. Tal vez sea así porque yo aun conservo en mi mente las imágenes de esos bucólicos "milicianos civiles" que protagonizaron carnicerías y barbaridades indescriptibles en Croacia, Bosnia o Kosovo en los 90, poco después de que otros bucólicos milicianos civiles llevaran a cabo uno de los peores genocidios de la historia en Ruanda y Burundi. Vamos, que el hecho de que muchos de los rebeldes anti-Gadafi sean milicianos civiles no es prueba de que estos sean angelicales abanderados de la democracia, como tampoco lo fueron muchos de aquellos en la Guerra Civil española.
2. Creo que desde el inicio de la actual crisis en Libia (y más aun de cara al futuro), nuestro gobierno y los líderes europeos deberían centrarse en promover la labor de la propia Unión Africana y de la Liga Árabe, mas allá de utilizar a esta última solo para legitimar la imposición del espacio de exclusión aérea sobre Libia.
¿Se imaginan ustedes que la Unión de Estados Americanos o la Unión Africana interviniesen en una crisis similar en Europa? No, ¿verdad? Pues así es como ven los africanos y especialmente los árabes la posible intervención armada de europeos y americanos en Libia, y más aun tras las “gloriosas” intervenciones occidentales en Irak y en Afganistán. Desde luego, con la que está cayendo y con la que hay armada en Bagdad y en Kabul, no parece estar la cosa como para encima pedir que abramos ahora otro frente en Libia. En Afganistán, a día de hoy, los talibanes están cada día más fuertes en su ofensiva contra la descoordinada misión de la OTAN, y en Irak hemos facilitado el ascenso al poder de un nuevo régimen chií pro-iraní, con las obvias consecuencias negativas para Israel y Occidente que ello conlleva. ¿Con esos resultados nos sentimos envalentonados como para meterle mano a Gadafi? Y proponiendo saltarse a la ONU, ¿esa es nuestra legitimidad?
3. Creo también que deberíamos romper con el guión tradicional de cada intervención occidental, que no hace más que levantar las suspicacias en todo el mundo sobre nuestros verdaderos intereses mundiales. En tiempos de Kennedy, Washington consiguió que la Unión de Estados Americanos legitimase el bloqueo de Cuba, que fue seguidamente impuesto por buques de guerra estadounidenses. Ahora, en plena convulsión árabe, Washington ha conseguido el voto favorable de los delegados de la Liga Árabe para pedir a la ONU la imposición de una zona de exclusión aérea sobre el norte de Libia. Previsiblemente, serán aviones occidentales los que la implementen si es que es aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, algo que dudo. Lo que yo propongo, para ser coherentes, es que se delegue dicha labor en los países de la propia Liga Árabe: que sean sus aviones de combate los que impongan la zona de exclusión aérea si la ONU lo aprueba, y no cazas europeos y norteamericanos. Ello solo daría alas a los que nos acusan de imperialistas y a los que buscan excusas para desprestigiar a Occidente, diciendo que solo nos interesa el control de los recursos petrolíferos del país.
La propia Unión Africana ha creado un panel de mediadores provenientes de Sudáfrica, Uganda, Mali, Congo y Mauritania que deben ahora trasladarse a Libia para mediar entre las facciones enfrentadas en el país mediterráneo. Washington, Bruselas y las capitales europeas deberían centrarse ahora en apoyar la labor de los mediadores de la Unión Africana, en lugar de seguir proponiendo una nueva intervención occidental en África.
4. Recomiendo además que los líderes occidentales y sus voceros reduzcan sustancialmente su dialéctica bélica. Escribía el mismo Torreblanca en el antes mencionado artículo, que “la Unión Europea y los socios europeos de la OTAN hacen bien en sopesar todas las opciones, con o sin autorización de la ONU, incluso con un papel secundario para Estados Unidos. Sobre el papel (IISS, Military Balance), Reino Unido dispone de 334 aviones de combate, Francia de 328, Alemania de 318, Grecia de 303, Italia de 252, España de 179. Total: 1.714. Libia: 394. Opciones, haberlas, haylas”. Una afirmación que me parece sorprendente, porque si se le hubiese ocurrido a José María Aznar, sería el propio diario El País el que lo calificaría de “fascista, militarista, e imperialista”. Sobre todo, ese “con o sin autorización de la ONU” se me hace absolutamente intragable, después de llevar años oyendo cómo se acusaba de “¡criminal!” al último gobierno del PP porque éste apoyó “una guerra ilegal”, en referencia a la invasión de Irak para deponer a Sadam Hussein sin autorización de Naciones Unidas.
Para completar la cita de Torreblanca usando el número de aviones de combate europeos como factor legitimador de una intervención en Libia, me pregunto ¿por qué quedarse en los 1.714 de Reino Unido, Francia, Alemania, Grecia, Italia y España? Porque según el mismo “IISS, Military Balance”, la UE de los 27 cuenta con nada menos que 2.410 cazas de combate, más 826 helicópteros de ataque. Como ven, en base al planteamiento de Torreblanca, esta última cifra nos da “mucha más legitimidad”. Vista la actual crisis económica y la subida de precios de los carburantes (incluido el queroseno que gastan los cazas), ya solo tenemos que pedirle a Gadafi que nos preste el queroseno que nuestra inmensa flota de combate necesita para repostar antes de atacar Libia. Y es que, aunque sus señorías en el Parlamento Europeo no hayan caído en ello cuando pedían la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia, el imponer dicha zona requiere (como bien explicaba el Secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates) destruir antes las defensas aéreas y los aviones de combate del país cuyo espacio aéreo se quiere bloquear. Vamos, que equivale a una declaración de guerra en toda regla, que se propone afrontar ¿con o sin autorización de la ONU?
5. Tampoco vendría nada mal para apoyar nuestra regeneración democrática, el denunciar seriamente la constante incoherencia e incongruencia de nuestros líderes políticos occidentales, que hasta hace dos días apoyaban a la dictadura gadafiana, y que aun hoy apoyan a las demás existentes en África y Oriente Medio, sin olvidarnos de las monarquías feudales teocráticas, de Marruecos a Arabia Saudí. Como bien escribía Xavier Batalla (“Fracaso”, La Vanguardia, 27.02.2011), “ahora, la brutal represión desatada por Gadafi abochorna a los gobiernos europeos. El coronel ha sido un fracaso, pero los dirigentes de la Unión Europea también se han lucido. En Libia, y por una vez, su política exterior fue común”. Y es que los paladines de la intervención armada en Libia “en defensa de la democracia” se olvidan a día de hoy de que fueron precisamente ellos los que surtieron durante décadas de armamento a la dictadura de ese mismo Gadafi que ahora quieren derrocar. Que su régimen fuese una cruel dictadura no impidió a franceses, británicos, italianos, alemanes, malteses, belgas, portugueses, españoles, y demás venderle a Gadafi armamento por valor de 835 millones de euros tan solo en el último lustro (tal y como denuncia Simon Rogers, del diario británico the Guardian). Una cifra descomunal para un país de 6’5 millones de habitantes, que ya tenía un potencial militar nada desdeñable de tiempos de la Guerra Fría.
6. Mi último consejo hoy es que alguien en Bruselas le dé un Valium (dosis para caballos) a monsieur Sarkozy y a los que, como él, no hacen más que torpedear en todo lo posible el desarrollo de la Unión Europea. Que Francia se apresurase a reconocer a los rebeldes libios como interlocutores legítimos antes de la reunión de líderes de la UE con Lady Ashton la semana pasada en Bruselas (“una locura”, en palabras del Primer Ministro holandés, Mark Rutte) es simplemente inaceptable, increíble y debería ser sancionado, si es que se quiere de veras construir una acción exterior europea algún día en el futuro. No se entiende que Londres y París (principales vendedores de armamento al régimen de Gadafi hasta hoy) saquen los pies del tiesto de este modo, llamando continuamente a una intervención de la OTAN, a una acción militar “con o sin el consentimiento de la ONU”, destruyendo los mecanismos de actuación de la UE, y socavando el trabajo de décadas en pos de una unión política europea, por mucho que las pupilas del ínclito Zapatero, Trinidad Jiménez y Carme Chacón apoyen dicha dialéctica.
En fin, damas y caballeros, he aquí algunas de mis recomendaciones para hacer frente a la crisis de Libia y la de Oriente Medio. El imán Mohammed el Sadi, de Malta, recordaba recientemente a las facciones libias enfrentadas que todos debían dar una oportunidad a la paz, permitiendo iniciativas de mediación entre las partes para encontrar una solución pacífica a sus disputas. “La intervención militar extranjera —decía el Sadi a los libios- no es gratuita. Es una pena que nadie haya intentado mediar para evitar la confrontación armada en Libia. Una intervención militar extranjera solo complicaría las cosas y haría que la guerra civil se encarnizase mucho más”.
Espero que Washington y Bruselas apoyen la mediación de la Unión Africana, y que esta dé sus frutos, ayudando a que el camino de los libios hacia la paz y la democracia sea lo más corto posible. Después de haber corrido mucho mundo, creo que una intervención militar occidental en Libia no ayudaría a ello, si no más bien al contrario.
Por desgracia, volvemos a encontrarnos en el mismo callejón sin salida de confusión interesada, cínica, hipocresía y cortoplacismo: en la crisis de Libia, ¿nos mueve la defensa de la democracia y los derechos humanos, o el mero control de los recursos petrolíferos?
Álvaro Ballesteros, experto en Seguridad Internacional y Política Exterior.
2 comentarios:
Es dificil entender todo lo que está ocurriendo en el continente africano, los pueblos han comenzado un levantamiento contra sus dictadores,apoyados por occidente, en mi opinion, con consecuencias imprevisibles.
Han sido dictadores amigos de occidente que recibiamos con todos los honores,les vendíamos armamento y les comprabamos petroleo.
No debemos olvidar que son territorios mayoritariamente musulmanes, pudiendo surgir nuevas dictaduras, menos amigables.
Helio, la política de occidente es explotar los recursos energéticos de todos los países. Para ello ponen a un dictador y acuerdan con él, petroleo por "X".
Luego llega el momento de que cuando ese dictador no funciona, les sale la vena democrática, lo hunden o eliminan y ponen a otro.
Como dijo Churchill, son unos hijos de puta, pero son "nuestros hijos de puta".
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