¿Estamos en Canarias o en el Bronx?

Encontrábame yo hojeando un periódico canario online la mañana de un viernes cuando la leche de mi cortado se cuajó al comenzar a leer la noticia sobre el equipamiento del futuro grupo policial autonómico canario.

No quiero entrar en valoraciones sobre la necesidad o no de este equipo policial en el archipiélago o realizar conjeturas sobre las verdaderas intenciones de su introducción en el tejido social e institucional canario. Prefiero más valorar otro aspecto, que fue el que, en esa mañana, me hizo declararle la guerra al mundo, quizá por mi juventud, y esa necesidad que nosotros los jóvenes tenemos de andar siempre a regañadientes y continuamente a patadas con todo, como si así llegásemos a buen puerto.

Leía yo la de vehículos y demás mandanga que el señor Ruano, consejero de Presidencia del Gobierno y futuro mandamás de la policía autonómica, pretende importar para crear una patrulla que considera de élite y a la altura de las circunstancias.

Para ello, recurrirá a hummers, scooters, helicópteros, embarcaciones, quads y demás parafernalia varia que pretende pintarrajear de acuerdo a los diseños de colores del futuro cuerpo del orden.

Y yo me pregunto… ¿Dónde coño estamos nosotros? ¿En Canarias o en el Bronx neoyorkino? ¿O tal vez en las costas de la California de taquilla de serie B?

A mí me parece muy bien que se quiera reforzar la seguridad. Hay zonas donde realmente se necesita. Pero vendría bien que este señor representante de la ciudadanía realmente pensara en los problemas cotidianos a los que nos enfrentamos.

Además, un hummer es un vehículo pesado, destructor, brutal. Se usa en conflictos armados de primer orden. He tenido la suerte de trabajar en EE.UU. y verlos con cierta regularidad, y siempre, a pesar de que me gustan, tuve la misma sensación: de respeto y miedo a la misma vez.

¿Será esa la sensación que el consejero quiere transmitir a la ciudadanía? Miedo, cuando vean circular a un auténtico ejército armado por unas calles que a esos vehículos se les hacen chicas. ¡En Canarias!

Aparecerá el equipo al completo en la esquina menos esperada de las islas: el hummer, la moto, el quad, el coche, el helicóptero con el foco, los caballos hambrientos de la gomera multada… ¡Chas mería!

Y la crisis nos la pasamos por el arco del triunfo unos y por los huevos los más chulos.

¡Mire… don! Mande usted un par de patrullas con narices a Las Verónicas en Los Cristianos, otro par de ellas a Escaleritas en Las Palmas de Gran Canaria. Patrulle usted las calles como Dios manda (justo encima de mi casa los chicos de 13 años venden hasta a las hermanas si pueden, y lo sabe todo dios y nadie hace nada), y déjese de sembrar el miedo con vehículos a los que en Canarias no se les ha perdido nada.

Cabe decir que cada bestia parda cuesta la friolera de 48.800-57.700 euros como mínimo. Así que yo personalmente prefiero que a nadie le dé por sacar la cuenta y agarre una varita de membrillero para prenderla a variscazos y librar al presupuesto y la política canaria de algún que otro incompetente con aires de superioridad que lo único que refleja es un síndrome diametralmente opuesto. Llámese inferioridad y papafritismo supino.

El señor Ruano, que fue consejero de Educación en su momento, parece que nunca comprendió que es mejor el entendimiento y el diálogo, y ahora aboga por sembrar el miedo en las calles armando a un nuevo grupo policial y por despilfarrar las arcas públicas canarias en su delirium tremens.

Si realmente hay iniciativa por acabar con los problemas asociados a delincuencia, droga e inseguridad, debe saber el señor político de turno que una buena base educativa, así como unas buenas políticas sociales, son la manera más eficaz y correcta de comenzar las labores, y no creando un ejército de guerra, que lo único que producirá será más rencor, resentimiento y distanciamiento entre los cuerpos de seguridad y la sociedad canaria, especialmente la juvenil entre la que yo me incluyo, pues hoy en día vemos a estos grupos ya existentes como represores más que como garantes de la integridad y la seguridad civil.

Arráyense un millo, por estar tan distanciados de las necesidades básicas de la gente de a pie que, como se ha repetido ya hasta la saciedad, son: trabajo digno, educación y sanidad pública de verdadera calidad.