Mayoría absoluta socialista:
ingeniería social, rodillo, corrupción, despilfarro y desempleo.
Mayoría simple socialista:
pactos con los nacionalismos antiespañoles a cambio de ingentes cantidades de dinero, traspaso de competencias y concesiones a porrillo, y mucha más corrupción.
Mayoría simple del PP:
pactos con los nacionalismos catalán y vasco a cambio de ingentes sumas de dinero, concesiones y traspaso de más competencias, y más corrupción.
Mayoría absoluta del PP:
corrupción desorejada, exhibición de un complejo y de una cobardía sin precedentes, continuación de la “hoja de ruta” diseñada por Zapatero, y puesta en libertad de terroristas, narcos y violadores.
La pérdida de la mayoría absoluta del PP; la irrupción de Podemos y Ciudadanos en la escena política, y el desafío independentista a las instituciones con la proclamación de la república catalana, han puesto el régimen constitucional patas arriba. El ganador de las elecciones el 15-D con mayoría simple (PP), no pudo formar gobierno por carecer de apoyos. Los socialistas quisieron gobernar, pero no se atrevieron a sumar con la extrema izquierda porque sería su suicidio político. En resumen, que fuimos a unas nuevas elecciones.
Después del escrutinio del 26-J, el PP vuelve a obtener mayoría simple, pero tampoco tiene apoyos que sumen para poder formar gobierno. Los socialistas se niegan sistemáticamente a dar su apoyo a Rajoy, porque consideran que el PP es un enemigo a batir y no para compadrear; Ciudadanos dice que sí, después que no, y al día siguiente no se sabe. Total, que se ponen a negociar, pero, ¿negociar qué? ¿Acaso es España una Lonja de mercaderes?
Los de Podemos no pintan nada, porque todos conocen ya sus miserias y los barones socialistas, aunque Pedro Sánchez dice sí quiero, no permiten dar al traste con el partido por la pataleta y el capricho de un niño grandote vestido de hombre. De cualquier forma, los chavistas, a quienes les crecen los enanos, se conforman de momento con haber llegado su cúpula a la teta del Tesoro y continuar, gracias a los socialistas, teniendo la llave de la caja en algunos ayuntamientos y comunidades autónomas.
Conclusión:
Que aunque quieran ocultarlo con todo tipo de maniobras, la democracia española siempre ha sido una farsa y un engaño desde el kilómetro cero. En cuanto los nacionalismos se han desmelenado y han enseñado abiertamente sus verdaderas pretensiones y objetivos; desde que la izquierda se ha radicalizado, o mejor dicho, ha vuelto a sus orígenes; en cuanto el Partido Popular ha puesto de manifiesto su inoperancia para frenar la debacle nacional habiendo tenido todo el poder en sus manos; y desde que se produjo la explosión de la burbuja inmobiliaria de Aznar, que dio lugar a la caída del empleo y al descubrimiento de cientos de casos de corrupción política, los españoles tienen a su alcance pruebas más que suficientes para constatar, que el sistema surgido de la Constitución de 1978, ha sido un gigante con pies de barro que se ha sostenido todos estos años gracias a las rentas del régimen anterior.
En cuanto la democracia se desprendió de nuestra industria pesada, nuestra flota pesquera y naval, y ahogó literalmente al sector primario, agricultura y ganadería, sus artífices emprendieron el despilfarro y vendieron todo nuestro patrimonio como almoneda de barato a los intereses de Bruselas. Ya no queda patrimonio nacional que confiscar ni vender; vivimos gracias a la deuda contraída, que más que externa es eterna, hipotecando de por vida a las futuras generaciones.
Se niegan a admitir y reconocer el fracaso del régimen prostitucional. La retórica gubernamental seguirá vendiendo esperanza aun a sabiendas de que la ubre nacional –gracias a sus diecisiete insaciables mamones-, ya no tiene ni para un cortado. Somos líderes en Europa en casi todo: desempleo, prostitución, tráfico y consumo de drogas, fracaso escolar, y bajo nivel académico.
La equitativa distribución de la riqueza nacional solo está en los discursos de cada campaña electoral. Nuestro país, con una nómina actual de 450.000 cargos políticos y 200.000 chiringuitos para sus palmeros, no está en condiciones de crear más y mejores empleos porque las plusvalías de las pequeñas y medianas empresas nunca podrán llegar con justicia a todos los factores humanos que forman parte de las mismas, ya que estas empresas, tendrán que echar el cierre o soportar una presión fiscal que llega a ser confiscatoria, para sostener todo el entramado político de las diecisiete autonomías.
Aniquilada la clase media, vivimos en la España de los grandes contrastes; una nación de castas donde cohabitan los de abajo y los de arriba. Alguno pensará que esto existe en cualquier sociedad capitalista, pero eso a mí no me consuela. Los de arriba, planeando vacaciones en lugares paradisíacos; los de abajo, contando los días que les quedan de prestación. Los de arriba, navegando en la opulencia hereditaria de su tribu; los de abajo, administrando la escasa pensión del abuelo para poder comer.
Mientras un español siga siendo capaz de decir: “a mandar que para eso estamos”, otro español del mismo barrio notará el cañón de una pistola apuntando a su cabeza mientras lo atracan. Mientras un español deja su vehículo estacionado en la vía pública porque no dispone de garaje para guardarlo, y al día siguiente se lo han sustraído cuando no calcinado, otro español vendrá de enterrar a su hijo víctima de la droga.
Pero da igual; los castuzos negociando; debatiendo cambios en su mundo. Los contribuyentes, arrastrados por causas que no entienden siempre invitados a la protesta y el derecho al pataleo, pero nada más. Los de arriba, con vehículos para viajar cómodamente, los de abajo, esperando un vagón del metro con olores a flatulencias y mil sobacos. Eso sí, unos pocos, viviendo entre guardaespaldas y cámaras de vigilancia, tratando de mantener a raya a todos los demás.
Los de arriba, en recepciones de lujo con el mundo de la farándula y los medios de comunicación, disfrutando de la buena vida y provocando gresca para servir carnaza. Los de abajo, amorrados a la “caja tonta” viendo como los de arriba despilfarran entre bacanales, orgías y francachelas de todo tipo.
Se niegan a reconocer y admitir el fracaso del régimen, pero no pueden ocultar que hace falta un cambio en el sistema: parasitocracia por meritocracia. Hace falta un gobierno que vuelva a unir a todos los españoles y sepa cerrar las brechas abiertas. Tenemos una gran nación, si se introdujeran reformas para mejorar notablemente, primero la educación, después la educación, y a continuación la educación, se podría conseguir un rearme moral en nuestro pueblo, devolver la confianza a sus ciudadanos, seguridad en nuestras calles, y convivencia pacífica. A continuación, creación de empresas, mejora de la economía, y un buen nivel de vida para todos los españoles.
PD: SOLO EXISTE UNA SOLUCIÓN, REPETIR EL 36, PERO ESTA VEZ HAY QUE ACABAR TAMBIÉN CON LAS CRÍAS.
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