Si la relación entre CIA y Al-Qaida era evidente, ya se
puede tener dar por hecho confirmado. En palabras de Martin Scheinin, Relator
Especial de la ONU, “Al Qaeda es una metáfora y no existe una larga guerra
contra el terrorismo”.
A medida que la élite armamentística occidental ordena el
escenario general para la invasión de Irán, una sucesión de hechos y
acontecimientos patentizan, ya sin tapujos,
como la organización considerada terrorista tanto por Israel, como por
EE.UU., autora de la masacre del 11S y otras, trabaja en total sintonía con sus
intereses.
Ya en 2005 David Shayler en el libro en el que cuenta su
historia y que está prohibido en el territorio británico y durante la
conferencia Axis for Peace, en 2005, organizada por la Red Voltaire, afirma que
“abandoné los servicios secretos británicos cuando el MI6 decidió financiar a
los socios de Osama bin Laden”, “traté de dar la alerta, pero fui yo quien fue
a prisión”.
Numerosos investigadores vienen señalando que ciertos grupos
como Al Qaida son en realidad conducidos por los servicios de inteligencia de
ciertas potencias.
Todos los análisis e investigaciones apuntan hacia esa
dirección. Así se entiende y se explica porque los atentados del 11 de
septiembre de 2001 pudieron ser posibles,
y por qué unos cuantos hombres salidos de las cavernas de Afganistán
vencieron al más poderoso sistema de inteligencia y de defensa del planeta. Los
politólogos no alineados refutan la versión gubernamental y consideran que los
atentados fueron orquestados por el complejo militar-industrial anglosajón.
Estados Unidos y otras potencias europeas, si no han
engendrado el monstruo de Al-Qaida, hecho que niegan, en todo caso lo
alimentan, lo manipulan, lo apoyan, lo dirigen y apadrinan para sus propósitos
geopolíticos. Esto es ya más que un hecho, es una realidad.
En 2007, los generales norteamericanos Casey y Kimmit
reconocieron que el fallecido terrorista Al-Zarkaui fue fabricado por los
servicios estadounidenses de guerra sicológica y el general Bergner declaró que
el sucesor de aquel personaje, Al-Baghdadi, era un actor.
Tras el desmantelamiento del régimen de Gadafi, en Libia,
Abdelhakim Belhaj, un hombre muy valioso para al-Qaida se ha convertido en el
máximo comandante militar libio en Trípoli. Basándose en el análisis que hizo
la academia militar de West Point de los archivos confiscados al Emirato
Islámico de Irak, el historiador y periodista estadounidense Webster G. Tarpley
demuestra que los miembros del Consejo Nacional de Transición libio provienen
en su mayoría de Al-Qaeda.
Hoy cada vez surgen más informes que indican que Al Qaida
refuerza su ayuda a los insurgentes de Siria, mientras Washington abiertamente
colabora con la oposición armada siria. Tanto la “organización terrorista” como
los funcionarios estadounidenses repiten las mismas consignas que llaman a la
destitución del régimen de Al Assad.
Y el comandante de la rama siria de Al-Qaida amenaza con
atacar al movimiento islamista libanés Hezbolá por su respaldo al régimen
«criminal» de Bashar Al Assad en Siria: “los musulmanes chiitas del Líbano deben
dejar el movimiento libanés de Hezbolá si no quieren ser blancos de los ataques
de Al Qaida”.
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